miércoles, 28 de agosto de 2013

Lectores electrónicos y lectores humanos

Una de las novedades de nuestro tiempo es la diversificación de los soportes de lectura y la multiplicación de los formatos que adoptan. El reinado casi en solitario del papel impreso en formato de códice (libro o revista paginados) alcanzó hasta hace unos años, cuando se incorporaron el ordenador y las pantallas electrónicas. Hoy la pantallización de la lectura es un fenómeno dominante y se suceden sin descanso diferentes versiones de soportes que actúan como intermediarios entre el lector humano y el texto, que podemos denominar lectores electrónicos, ya que hacen accesibles los caracteres textuales (los leen), convirtiendo, por ejemplo, lenguaje en código (HTML...) en escritura que pueda entender el lector común.

Hoy conviven varias generaciones de lectores electrónicos, que se diferencian en las prestaciones de lectoescritura digital que ofrecen y en la movilidad, un valor en alza.

Estamos habituados a los monitores de ordenador con sus pantallas retroiluminadas de 15 pulgadas en adelante y los diferentes sistemas operativos y programas que permiten leer y escribir, con ayuda del teclado físico y el ratón. Pero en general son artefactos pesados y difíciles de mover, poco portátiles incluso.

Otra cosa son los teléfonos inteligentes y las tabletas, con sus pantallas retroiluminadas a color de 3 a 10 pulgadas, que llevamos en los bolsos y bolsillos. Posibilitan una lectura y escritura digitales al máximo nivel (consultas de diccionarios, marcadores, compartir textos, interacción con otras aplicaciones, navegación por la Red), tanto en línea como fuera de ella. Al ser todo en uno gozan del favor del público, pero tienen dos puntos débiles: baterías que se agotan en una jornada y mala visibilidad con la luz directa del sol. Y el precio subido.


Los lectores electrónicos de primera generación o ereaders están viviendo un buen momento porque su precio ha descendido y tienen a su favor la larga duración de sus baterías (un mes), gracias al poco gasto de las pantallas de tinta electrónica en gama de grises, que se leen perfectamente con luz directa. Su debilidad es que posibilitan la lectura y algunas funciones avanzadas, como la consulta de diccionario o los marcadores, pero no las interacciones con otras aplicaciones o la conexión en línea, ni el todo en uno.

Lo decisivo es el perfil del lector humano y sus necesidades. Las abuelas a quienes sus hijos y nietos regalan un ereader pueden, felices, volver a leer, gracias a la movilidad que aporta la ligereza de los artefactos y a que el tamaño de la letra se puede agrandar lo necesario, privilegio del que sólo gozaban las obras editadas en papel de tapa dura y gran formato. Por lo que parece, leen además a todo trapo.

Los adolescentes que reciben como regalo un móvil inteligente con la finalidad de estar localizados y que socialicen con sus amigos y familiares (WhatsApp), pueden también leer ficción o ensayo en ellos igualmente a todo trapo y además practicar habilidades avanzadas de lectura y escritura, no solo participando en las redes sociales (Tuenti) sino realizando, ¿porqué no?, tareas escolares. Sobre todo si su profesor o un compañero les ilustra con el lema Sacad los móviles, vamos a leer.


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